La mediación como medio alternativo de solución de conflictos
Por: Abogada Milena Onoa Miño
Si eres abogado o trabajas en el ámbito jurídico, seguramente te has encontrado con conflictos que, en lugar de resolverse, parecen extenderse como una novela sin final. Litigios que se alargan en el tiempo, relaciones que se fracturan y costos que siguen subiendo. Todos hemos tenido un caso así. Y en esos momentos, uno no puede evitar pensar: ¿no habría una forma más práctica, menos desgastante de resolver esto?
Pues bien, déjame contarte de la mediación. Más que un trámite, la mediación es casi un respiro dentro del ajetreo judicial. Es una herramienta que nos permite mirar los conflictos desde otro ángulo, con menos confrontación y más soluciones. No se trata de un simple “atajo legal”; es un espacio donde las partes hablan, negocian y construyen acuerdos con el apoyo de un tercero imparcial: el mediador.
¿Qué es la mediación?
Imagina que tienes un caso complicado. Las partes ya están agotadas, el juicio está desgastando a todos, y lo que antes era un desacuerdo ahora parece una batalla campal. Entonces, les propones algo: “¿Por qué no nos sentamos a conversar con alguien que nos guíe?”. Eso, en esencia, es la mediación.
Es un método alternativo y legalmente respaldado que busca resolver conflictos de manera ágil, flexible y eficaz. No hay fallos impuestos, ni largos procesos probatorios. Todo ocurre en un ambiente controlado y, sobre todo, confidencial. Aquí las partes tienen el control: ellas deciden, ellas acuerdan, ellas resuelven.
¿Por qué funciona la mediación?
La mediación tiene tres ingredientes clave que la hacen efectiva: voluntariedad, confidencialidad y neutralidad.
1. Voluntariedad: porque nadie negocia obligado
El proceso solo funciona si las partes están dispuestas a participar. No hay imposiciones ni presiones. Esto hace que cualquier acuerdo alcanzado sea genuino, porque nace de la voluntad de los involucrados.
2. Confidencialidad: lo que se dice aquí, se queda aquí
Uno de los mayores temores en los conflictos es que la información se utilice en contra de alguien. En mediación, todo lo que se dice es confidencial. Las partes pueden hablar con total libertad, sabiendo que nada de lo discutido saldrá de la sala de mediación.
3. Neutralidad: el mediador no toma partido
El mediador no está ahí para decidir quién tiene razón. Su papel es equilibrar la balanza, asegurándose de que ambas partes tengan voz y encuentren un terreno común. Es el guía, no el juez.
El mediador: el arquitecto del diálogo
Aquí es donde entra en juego el mediador. Si el proceso fuera una obra de teatro, el mediador sería el director detrás de escena: invisible, pero indispensable.
Su trabajo es facilitar el diálogo, interpretar lo que las partes quieren decir (incluso cuando no lo dicen de la mejor manera) y ayudar a construir soluciones. Un buen mediador sabe escuchar, hacer las preguntas correctas y, sobre todo, mantenerse imparcial. No busca resolver el conflicto por las partes, sino que las empodera para que lo hagan por sí mismas.
¿Y qué ganan las partes?
Déjame ponerte un ejemplo. Imagina a dos socios que, después de años de trabajar juntos, deciden separarse por diferencias irreconciliables. El juicio parece inevitable, pero alguien les propone la mediación. En lugar de gastar meses (o años) en tribunales, logran sentarse a conversar. Descubren que, en el fondo, ambos quieren lo mismo: una salida justa y respetuosa. Llegan a un acuerdo en días. El negocio sigue adelante, pero más importante aún, su relación no termina destruida.
Eso es lo que hace la mediación:
- Ahorra tiempo y dinero: ¿Meses de litigio? Mejor días de mediación.
- Preserva relaciones: Ideal para casos familiares, empresariales o comunitarios.
- Crea soluciones sostenibles: Los acuerdos se cumplen porque las partes los construyen juntas.
La mediación y nuestra profesión
Como abogados, a veces olvidamos que nuestra misión no es solo ganar casos, sino resolver problemas. La mediación nos recuerda que hay otras formas de ayudar a nuestros clientes, formas más humanas y colaborativas. Sí, puede que al principio cueste salir del modelo tradicional de litigio, pero los resultados valen la pena.
Porque al final del día, lo que realmente importa no es cuántos juicios hemos ganado, sino cuántos conflictos hemos ayudado a resolver.
Más diálogo, menos pleitos
La mediación no es solo un mecanismo alternativo; es una filosofía. Una que apuesta por el diálogo, la empatía y la búsqueda de soluciones justas. Es un recordatorio de que, incluso en el derecho, siempre hay espacio para construir, colaborar y sanar.
Así que la próxima vez que tengas un caso complicado, piensa en la mediación. Quizás sea el respiro que tus clientes —y tú— están buscando, recordando siempre el viejo adagio: “Más vale un mal arreglo que un buen pleito.”